Pre-escolar
Escrito por
Chiara Pavez
Hoy quiero invitar a compartir sus reflexiones a mi amiga y pareja educativa durante años Chiara Pavez. Educadora infantil y docente universitaria, con una larga experiencia como educadora en proyectos y centros inspirados en Reggio Emilia en Chile. Ha recorrido distintos países visitando proyectos educativos (Boston, Barcelona, Reggio Emilia, Buenos Aires, entre otros) en una búsqueda contante por mejorar su propia práctica profesional y personal.
Aquí te dejo con su hermosa reflexión sobre cómo educar desde el amor y la libertad, sin olvidar los límites y por supuesto el autocuidado personal.
Si crees realmente que en la educación está el cambio no dejes de leer hasta el final, ¡te llegará al corazón!
Mi proceso de construcción
Si pensamos en la educación como una construcción, esta tiene múltiples bloques que la conforman. Nuestra construcción debe tener una base firme para que se mantenga sólida y continúe creciendo, además de ciertos componentes que tienen que ir fortaleciendo la edificación en el tiempo.
Por lo tanto, me surgen las preguntas ¿Qué componentes son los que fortalecen mi construcción? ¿Cuál es la base que emplearé para que crezca? ¿Cómo se construye una educación de calidad, sólida y firme en el tiempo? Frente a estas preguntas siempre llego a la misma respuesta: el interés, la vocación, el amor de las educadoras y educadores.
En otoño, a mediados de noviembre coincidiendo con San Martín, se celebra en las escuelas Waldorf la Fiesta de la Luz o de los Farolitos.
La celebración del farol es una de las fiestas más queridas y esperadas en la tradición de las escuelas Waldorf pues es una experiencia que nos invita a convivir y trabajar en cada salón en la fabricación de los faroles donde se inicia la introspección, el farol representa nuestra luz interior.
Esta fiesta es una celebración que explica a los niños de una manera natural el cómo los días se van haciendo más cortos y las noches más largas.
El sol nos ilumina por menos tiempo y es el momento de hacer brillar más intensamente nuestra luz interior, hasta que se anuncie otra vez en la Navidad, el nacimiento del amor que nos reconforta, ilumina y fortalece nuestro brillo.
Las maestras y los niños preparan sus faroles con ilusión, decorándolos e imaginando la magia de ese día los farolitos que nos guiaran en una mágica caminata nocturna, caminamos en silencio bajo la luz de las estrellas cantando con los niños.
FESTIVAL DE MICAEL
Celebramos cuatro festividades: el Festival de Micael para marcar el inicio del otoño; el Festival de los Faroles con la narración de San Martín para el otoño tardío. Durante el invierno se celebra la Natividad. En primavera celebramos La Pascua que simboliza la vida con los huevos de pascua y la liebre que representa la fertilidad. En el verano conmemoramos la fiesta de San Juan con la Ceremonia del Fuego; que coincide con la graduación y campamento de Kinder 3.
ÉPOCA DE MICAEL
Según algunas leyendas es Micael quien manda hierro meteórico en forma de lluvia de estrellas durante el otoño. El hierro nos da la fuerza para enfrentarnos a las dos fuerzas que actúan sobre la dualidad en la vida del ser humano.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define el término ‘salud’ como un estado completo de bienestar físico, mental y social. Por lo tanto, no podemos hablar de salud separando estas tres dimensiones, y en la infancia es donde se sientan las bases para preservar, cuidar y mantener la salud.
Todos experimentamos día con día emociones y/o sentimientos que impactan de diversas maneras (positiva o negativa) en el desarrollo de nuestras actividades y relaciones.
Los niños en ocasiones son vulnerables ante sus emociones, pues no logran comprender que es lo que sienten. La capacidad de gestionar las emociones, es fundamental en el desarrollo del ser humano.
La Fiesta del Farol, celebración de San Martín
Si hay algo que caracteriza a la Pedagogía Waldorf, es su conexión con la naturaleza y con el ritmo que ella nos marca, de ahí que, siguiendo a la luz del Sol, la Pedagogía Waldorf nos ofrece una serie de celebraciones significativas para conectar con el ritmo del año.
Cada año, el día 11 de noviembre, en nuestra comunidad celebramos nuestra tradicional caminata de los faroles. Los niños de tercero de prescolar realizan la presentación del cuento “La niña del farol” acompañados por los maestros, niños y padres, posteriormente hacemos una caminata en el patio de la escuela, rodeados de luces que iluminan nuestro camino, portando unos farolillos que previamente han elaborado en la escuela y cantando algunas canciones típicas de esta fiesta. Es una fiesta solemne, que invita al silencio y a mirar hacia nuestro interior.
Después del primer domingo de luna llena posterior al 21 de marzo celebramos la pascua de resurrección.
En primavera se celebra el regreso de los días con más horas de luz, el despertar de la naturaleza, el crecimiento de las plantas y una revitalización del medio ambiente. Se preparan los jardines de pascua y finalmente, el día anterior a las vacaciones, llega la liebre de pascua dejando sus huevos en los jardines de la escuela.
En el primer septenio vivimos con los niños los procesos de la naturaleza, la muerte y la resurrección. La naturaleza nos enseña que en cada muerte está el germen de la nueva vida: después que en otoño se hayan formado los brotes como preparación de las nuevas hojas, caen las viejas hojas y las fuerzas vitales se retraen. La fruta madura puede servir de alimento o pudrirse. Dentro de ella están las semillas nuevas de las cuales puede brotar nueva vida.
Los niños pequeños aún están totalmente unidos al mundo sensorial. Tiene sentido entonces que intentemos expresar nuestros pensamientos en actividades y gestos en el crecer y decrecer de la naturaleza.
Es importante que los niños se inicien en la música de manera suave, pero cultivando su inclinación natural hacia ella y la creatividad; cantando es la manera más sencilla y eficaz desde incluso el periodo prenatal.
La voz humana es el primer instrumento musical del que disponemos. A los niños pequeños les gusta mucho cantar de forma espontánea, es muy grato cantar con ellos, aunque sintamos que cantamos mal o que no tenemos buena voz, en la escuela acompañamos las distintas actividades del día con canciones, también hay canciones de acuerdo a la época del año (estaciones, festividades...).
Para los niños pequeños el sonido y el movimiento van de la mano, además la música nunca es estática, sube y baja, transformándose todo el tiempo, se expande y se contrae, como el movimiento de los niños. Esto es porque tenemos el impulso del ritmo, que en un principio, es caótico e incontrolable. Son esos impulsos inconscientes los que nos impulsan al movimiento, nos hacen bailar y actuar, transformando la sustancia en energía. Al ejercitarse en la música, el niño tiene la tarea de dominar este impulso, darle forma, significado y tomar las riendas de su voluntad en sus manos. En preescolar esto sucede a través de la imitación en una ronda en movimiento, una danza y así se va desde los movimientos más grandes hasta los más pequeños como en un juego de dedos.
Hoy queremos ayudarte a que veas que tus hijos piensan que eres la mejor de las madres. Cuando termines este artículo, esperamos que puedas afirmar: «Sí, soy una buena madre».
Cada vez es más habitual escuchar la expresión «ser una mala madre». Parece que en la sociedad actual se ha generado un sentimiento de culpa en algunas madres. Muchas sienten que no están atendiendo como deberían a las necesidades de sus hijos. Esto se debe a que tienen que conciliar un trabajo remunerado con el familiar o a que simplemente están demasiado cansadas al final del día, es entonces cuando se genera esa sensación de estar siendo una «mala madre».
¿Buenas o malas madres?
«Respecto a los estereotipos, encontramos primero la idea de “la Madre”, esa representación ideal, abstracta y generalizadora que motiva los monumentos, las loas y los refranes («madre solo hay una», etc.)»
Este ser «una buena madre» implica una larga serie de virtudes como la paciencia, tolerancia, capacidad de consuelo, de sanar, de cuidar, de atender, de escuchar, de proteger y de sacrificarse. La buena madre debe poseerlas todas, o cuantas más mejor. Sin embargo, se trata de una idealización que escapa bastante a la realidad. Basta con que cada uno de nosotros piense en el amor que siente por su madre y reflexione sobre los motivos en los que se basa ese amor. En principio, no queremos a nuestras madres porque cumplen con esos requisitos; nuestro amor va más allá.
Cada día utilizamos el término voluntad varias veces. Lo utilizamos cuando no podemos seguir una dieta, una rutina de ejercicios o tal vez al decir que no hemos podido cumplir nuestros objetivos del año nuevo, porque no tenemos fuerza de voluntad. Pero, es esto así?
Rudolf Steiner habla en el desarrollo del niño sobre la voluntad y es un ingrediente fundamental que acompaña a todo ser humano a través de su vida.
Es así, como encontramos que la voluntad tiene 7 diferentes etapas, como se describen a continuación: