Cuando toda una familia está de acuerdo en mudarse de ciudad, menos el hijo adolescente.

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Mudarse de ciudad cambia la vida de cada uno de los miembros de la familia. ¿Cómo abordar la situación cuando un hijo adolescente no está de acuerdo con el cambio de hogar?

Existen diversas realidades que pueden llevar a una familia entera a mudarse. En ocasiones, se toma esta decisión por oportunidades laborales o profesionales de alguno de los adultos. En casos menos idílicos, puede ser por necesidades económicas o de supervivencia. También, otras veces se trata de la búsqueda de una experiencia inolvidable.

Cualquiera sea el motivo de la mudanza, todas conllevan estrés, preocupación y carga emotiva. Más aún cuando implica el traslado a otra ciudad o país.

No se trata de una decisión sencilla ni mucho menos de un cambio insignificante. En estos casos, la adaptación se realiza en forma grupal, pero también individual: cada uno de los miembros debe adecuarse al nuevo lugar, al colegio, al trabajo, a otras amistades y a la rutina. En definitiva, deben amoldarse a la nueva vida.

En el mejor de los casos, todos están de acuerdo con la mudanza: tanto los padres, como los hijos. Este panorama simplifica las cosas, pues el entusiasmo es compartido. Pero, lo cierto es que a veces la situación se vuelve más compleja. Por lo general, los adolescentes suelen ser más reticentes a la hora de marcharse de su ciudad cuando no se trata de una elección propia.

De hecho, ante esta situación las personas se enfrentan a lo que llamamos duelo migratorio, el proceso que permite la adaptación a un nuevo sitio, mientras que se asume la pérdida de lo que quedó atrás. Aunque la última palabra la tienen los adultos, es fundamental considerar que la vida de cada uno de los miembros dará giro de 180 grados. Por esto, los padres deberán ser cuidadosos a la hora de tomar una decisión de tal envergadura y de comunicarla. Para ello, habrá que tener en cuenta el contexto, la edad y los rasgos de personalidad de cada uno de los hijos. 

Resulta imprescindible cuidar, validar y respetar las emociones de cada miembro de la familia. Para esto, es recomendable no ocultar información, sino hacer a todos partícipes activos del proceso.

¿Y si nuestro hijo adolescente no está de acuerdo?

No es de extrañar que un adolescente prefiera quedarse en su ciudad, donde están sus amigos. Pues, esto representa el reflejo de la propia identidad, que es distinta a la de los padres.

“El fenómeno grupal adquiere una importancia trascendental, ya que se transfiere al grupo gran parte de la dependencia que anteriormente se mantenía con la estructura familiar y con los padres en especial. El grupo constituye así la transición necesaria en el mundo externo para lograr la individuación adulta”.

– Aberastury, A. y Knobel, M. –

Por esto, muchos adolescentes rechazan la idea de abandonar su hogar y tener que despedir a sus amigos. Esta situación se vuelve muy difícil para ellos, porque están en una etapa intermedia con relación a la independencia. Si bien ya han conquistado cierta autonomía, aún dependen de las decisiones familiares. Como padres, es importante considerar su condición y ser empáticos con ellos. 

                                                      

 

Validar sus emociones

Es probable que la primera reacción de tu hijo adolescente sea desde el enojo y la impotencia. A su vez, posiblemente sienta tristeza e incertidumbre. Por eso, validar sus emociones es condición necesaria para que él se sienta seguro para expresar sus sentimientos sin restricciones y que se sienta acompañado.

No hay forma correcta o incorrecta de abordar esta situación. Sin embargo, es importante que los jóvenes conozcan las alternativas posibles que su familia puede y considera válidas ofrecerles, así como escuchar sus preocupaciones y puntos de vista.

Escuchar sus preocupaciones

Estar dispuesto a oír sus preocupaciones. De seguro, tú también tienes una buena cantidad de preocupaciones o inquietudes que derivaron de la decisión de mudarse en familia.  Cuéntale algunos de tus pensamientos que te generan intranquilidad y escucha los suyos. Si no logra identificarlos sencillamente, puedes orientarlo con las siguientes preguntas: ¿Te preocupa perder contacto con tus amigos?, ¿acaso temes no hacer nuevas amistades?, ¿te asusta cambiarte de escuela? Lo ideal es que él se sienta cómodo para compartir contigo sus problemas y juntos puedan resolverlos.

Brindarle alternativas

Cada familia es un mundo, por lo que cada situación al momento de mudarse es particular. Según las condiciones económicas, simbólicas y relacionales de cada grupo, serán posibles o no determinadas alternativas.

Por ejemplo, hay familias que podrán visitar su vieja ciudad cada mes, pero otras lo podrán hacer una vez al año. También, puede que algunas consideren el descontento del hijo adolescente y, a lo mejor, evalúen la posibilidad de que se quede en la ciudad junto con otro familiar.

Mudarse en familia requiere de comunicación y empatía

Hay muchas cosas que resolver antes del día de la mudanza. Trámites, visas, transporte y aspectos legales, entre otros. También, hay que decidir qué llevarse y qué no, embalar los objetos, hacer cuentas y realizar infinidad de averiguaciones.

Sin embargo, es esencial que la vorágine que supone la gestión de la mudanza no haga que se descuide la parte emocional de cada miembro de la familia. Es importante dar espacio y tiempo para conversar, para entregar y recibir contención, para despedirse de amigos, de familiares y de sitios importantes. Se trata de dar lugar a este proceso simbólico que acarrea todo cambio.