La cooperación y la colaboración han sido siempre algo intrínsecamente humano aunque, como afirma el sociólogo Richard Sennet, pueda estar en peligro a causa de unos tiempos caracterizados por el individualismo.
Sin embargo, desde el ámbito educativo encontramos propuestas que parecen indicar el retorno de modelos de cooperación siendo, además, algo positivo a diferentes niveles y con múltiples ventajas:
- Implica mejoras en la adquisición del conocimiento y en el rendimiento académico.
- Permite aumentar en cantidad y calidad las interacciones tanto entre los propios alumnos, como con el profesor, así como con la institución educativa y el propio entorno de la escuela.
- A nivel de educación en valores se muestra como un tipo de aprendizaje de importancia capital: fomenta el respeto y la aceptación, la empatía y la autoestima, la ayuda mutua y la solidaridad.
- Pone al alumno en el centro del aprendizaje.
- Crea un sentido de pertenencia (tanto con el grupo como con la clase) y una interdependencia positiva surgida del compromiso por conseguir los objetivos individuales y comunes.
- Permite mezclar alumnos con diferentes desempeños para que se ayuden entre ellos. Esto implica que haya diferentes ritmos, pero también abre nuevas posibilidades de colaboración que hacen progresar el trabajo.